La del profesor de español es una profesión marcada por los grandes titulares. Así, mientras un día se publica que en Francia se necesitan urgentemente 1.000 docentes para impartir castellano, al siguiente se lee que en Reino Unido el español está a punto de desbancar al francés como la lengua extranjera más estudiada. La demanda de docentes crece en todo el mundo al mismo ritmo que aumenta el número de estudiantes. Sobre el papel, parece el plan ideal. Si uno es nativo y además quiere viajar y vivir en el extranjero, la suma es obvia. Pero la realidad es muy diferente: dar clase de español no es lo mismo que saber español y para convertirse en profesor hace falta un entrenamiento específico y, sobre todo, práctico.

El español se disputa con el francés y el chino mandarín el segundo puesto en el ranking de las lenguas extranjeras más estudiadas, por detrás del inglés. Hay casi 22 millones de aprendices del idioma en 107 países, según el anuario El español en el mundo 2018, que elabora el Instituto Cervantes. La demanda ha crecido casi un 11% con respecto a 2014 y es especialmente fuerte en los países anglosajones. En Estados Unidos es el idioma más estudiado en todos los niveles de enseñanza, mientras que en Reino Unido, el British Council lo ha calificado como la lengua del futuro.

La figura del docente de español, que comenzó a profesionalizarse en los años setenta y ochenta, es relativamente reciente si se compara con idiomas contanta tradición de enseñanza como el inglés. No hay un título universitario específico, pero tampoco una acreditación oficial comúnmente aceptada en cualquier punto del planeta. Aunque el Instituto Cervantes ha lanzado este curso un diploma docente que pretende llenar ese vacío, de momento los requisitos para impartir clase dependen de cada institución. Y aquí, el abanico es infinito. Universidades, colegios, institutos, academias, empresas. En Europa, Norteamérica, Asia, Oceanía. El estándar común es, sin embargo, que se exija una titulación universitaria y una formación específica en ELE. En el caso de las universidades, ese entrenamiento tiene que consistir en un máster y un doctorado. Y si se quiere trabajar en la enseñanza de primaria y secundaria, es posible que se requiera un máster habilitante para dar clase, como ocurre en España.

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