La pregunta sobre cómo será la educación del futuro es, a su vez, una larga sucesión de incógnitas: ¿desaparecerán las aulas tal y como las conocemos, reconvertidas en espacios más flexibles? ¿Las pantallas desterrarán para siempre al papel? Y los profesores… ¿acabarán sustituidos por robots? La inteligencia artificial ha llegado ya a la educación, acompañada como es habitual de afirmaciones apocalípticas. Hace poco más de un año, el experto británico Anthony Sheldon se aventuró a pronosticar que en 2027 las máquinas inteligentes ya habrían reemplazado a los docentes. Pero los primeros ensayos apuntan a un escenario mucho menos radical, al menos de momento. No, los robots no van a sustituir a los profesores. Pero sí, las clases del futuro serán una especie de tándem entre humanos y máquinas en el que cada uno de ellos se especializará en aquello que mejor sepa hacer.
La predicción de Sheldon para 2027 dibujaba un panorama inquietante. En su visión, la tarea de transmitir el conocimiento recaería por completo en los robots, mientras que los docentes quedarían relegados a un papel de asistente (para mantener la disciplina en el aula, ayudar a los alumnos, preparar el material necesario para las clases…). No parece un escenario factible a tan corto plazo. Para empezar, porque la propia inteligencia artificial está todavía lejos de ser una verdadera inteligencia.
Los expertos distinguen entre dos tipos, la débil y la general o fuerte. La primera es la que ya convive con nosotros. Se trata de programar a la máquina para que realice tareas concretas, en rangos limitados previamente definidos: recomendarte una canción según lo que escuchas en Spotify, tramitar tus reclamaciones en el banco… o, en el caso de la educación, resolver la duda de cuándo es la fecha de un examen.
El futuro, por lo tanto, se perfila con la forma de un binomio entre humano y máquina, en el que el profesor seguirá asumiendo la tarea esencial de transmitir conocimiento pero podrá apoyarse en la máquina para descargarse de las tareas más repetitivas y anodinas. Ya hay numerosos ejemplos de cómo la inteligencia artificial puede aplicarse en los centros educativos para desatascar, por ejemplo, la parte administrativa y de gestión.