REDACTAR MAL IGUAL A ENTENDER MAL.

Esta es la prueba más evidente de que, dependiendo de cómo enunciemos las cosas, entenderemos o no el ejercicio que se nos plantea. La prueba nos la aporta Ignacio Bárcena; es un ejercicio planteado a su hijo de 7 años en el que se le pide que escriba los numeros siguientes a los formulados en el ejercicio. Cual no fue la sorpresa del docente al comprobar que el niño, efectivamente, escribio los números siguientes a los planteados por el ejercicio (es decir, 10>11; 98>99; 81>82; 66>67; 30>31), pero el docente decidió dar por malo el ejercicio. Hay que tener mucho ojo en cómo se plantean los enunciados de los ejercicios, pues, en esta ocasión, y dado el carácter catafórico del adjetivo ‘siguiente’, el docente no interpretó dicho carácter a la hora de corregir el ejercicio, pero sí lo hizo el alumno, que hizo exactamente lo que se pedía en el ejercicio. El revuelo causado por el mismo en Twitter -ha habido 1.700 respuestas y 24.000 ‘retweets’- ha sido de tal calibre, que hasta la RAE ha tenido que salir a manifestarse (‘Tal como está redactado el ejercicio, la interpretación natural es que se escriban en cifra los números que se citan a continuación’, fue su respuesta). Cuidemos, pues, los enunciados de los ejercicios, pues una cosa es que los alumnos tengan la facultad de interpretar un enunciado, y otra bien distinta es que se jueguen en curso debido a un redactado ambiguo. #educacion #primaria