Uno de los parámetros más fiables a la hora de medir el nivel de un país es el de la Educación; en efecto, en España hemos contado con hasta seis leyes educativas, la de 1970 (con Franco), la LODE (1985), la LOGSE (1990), la LOE (2006) o la LOMCE (2013, más conocida como ‘Ley Wert’) sin que ninguna de ellas haya logrado una estabilidad en cuanto a financiación y resultados. Año tras año, los Informes PISA así lo acreditan, poniéndonos en posiciones muy alejadas de países asiáticos y, sobre todo, de Finlandia, país líder en Educación a nivel mundial desde hace años.
La Educación ha sido siempre el caballo de batalla de los gobiernos de turno, ya que la alternancia de esto último ha imposibilitado llegar a un consenso en esta materia; desde que irrumpió la crisis económica (2008-2009), la Educación española ha perdido 8.000 millones de euros, si bien ha habido un aumento de la partida para becas (el 60% del presupuesto del Ministerio de Educación); pero hay datos que son todavía más clarificadores. 1 de cada 5 alumnos en España abandona las aulas tras la ESO, un sistema inestable a la hora de elegir a los docente más y mejor cualificados y-el más sangrante y, por desgracia, de rabiosa actualidad- los casos de ‘ciberbullying’ o acoso dentro y fuera de las aulas.
Es cierto que se ha avanzado bastante en este sentido, pero la Educación en España necesita un pacto, y lo necesita YA. El futuro y el presente de las actuales generaciones y de las que están por venir está en juego; no basta con ceñirnos a reglas y valores del pasado, la Educación también ha de saber retroalimentarse y estar en la vanguardia. Hace falta, pues, que todos los elementos interesados (partidos políticos, docentes y alumnos) se sienten y pongan los cimientos de una Ley educativa estable.
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